jueves, 11 de junio de 2009

LA RUTINA


A veces nos aburrimos de nosotros mismos, suele pasar. Nos desesperamos tratando de buscar alguna salida acogedora, pero que en realidad se torna zozobrada. Al menos yo golpeo sutilmente mi cabeza inquietando y empujando a mi mente a encontrar o idealizar una especie de consuelo para evaporar la rutina diaria o semanal.
Matar la rutina no es siempre salir con otras personas a divertirse. Es también someter al cuerpo a un cambio vertiginoso de estado. Inyectar a la mente dosis de locura controlada en cantidades vigiladas y buscar escaparse de si mismo con gran tino y maestría. Bueno, voy a intentar explicar este relato ahora.

Salir al Jockey Plaza ahora en estos tiempos, es a mí parecer romper la rutina, ya que no lo hago nada seguido por el trabajo y otras ocupaciones literarias. En este caso es raro recordar o vivir otra vez aquellos días de vagabundear por el Jockey Plaza, pues ya quedaron atrás; los helados, el cine, los amigos, las amigas “nice”, el Daytona, el juego del cigarro, el Bowling, las latas de cervezas afuera del supermercado, las ferias, los conciertos, la sala del chef, etc.
Esta vez fue diferente. Romper la rutina y volver, aún más si lo haces tres días seguidos, sin planes ni nada, sin querer queriendo, quizás por algunos inconvenientes o talvez por diversiones o gustitos pasajeros y por supuesto, con la compañía de “N” al costado es diferente.
Cuando a “N” se le mete un objeto a la cabeza (sea ropa, calzado, accesorios, etc), no hay nadie en el planeta quién se lo quite. Si ella quiere algo para tal día lo obtendrá. Gracias a Dios que aún no ha pedido un auto… Rayos! Ya le di ideas!. Comprar celular, cobrar cheques, colarse en el banco, recoger dinero a cambio de celular, armar líos en ventanillas de tiendas de celulares, comer helados, comer pollo en KFC, ver ropa y rajar de la gente son definitivamente situaciones heterogéneas. Y para “N” romper la rutina es definitivamente obtener algo nuevo, maniobrarlo, aburrirse y luego pedir otra cosa.

Ayer “G” me contaba que quería plasmar a grandes rasgos que es romper su rutina. Ella ama viajar desde su casa la universidad y lo que más le atrae es conocer y reconocer ese mundo exterior que observa por las ventanas del ómnibus apoyando su cabeza levemente al vidrio porque sabe que en cualquier momento se golpeará por el movimiento brusco del carro al pasar por un bache o pequeño hueco de la ciudad. Ella es feliz observando a la gente pasar, contemplar y analizar rostros que de repente jamás volverá a ver. “G” observa los nombres de las calles y los asocia con pasajes de su vida, de su niñez. Es feliz ocupando su vista e imaginación en su urbe, antes de estresarse con otros oficios que debe cumplir en la universidad. Aún no ha encontrado como romper su rutina.

Para “GC” definitivamente romper su rutina es salir de viaje, alejarse de la a veces inmunda ciudad que es nuestra capital y regocijarse abiertamente en lugares alejados a más de 200 kilómetros de Lima. Respirar aire diferente, deleitarse con el resultado de sus fotografías, comer Ceviche con Arroz con mariscos y de repente exponer su cuerpo a caricias que el mar de Huanchaco le puede obsequiar. Tomar una cerveza, acostarse en una cómoda alcoba de un hotel, ver televisión y quizás si se le provoca hacer el amor con quien la acompañé e imaginar que es Antonio Banderas en “Pecado Original”, definitivamente sentirse una Angelina Jolie también es salir de la rutina.

Para “B” romper su rutina semanal es escuchar a Daniel F y de todas maneras actualizar su Mp3 para no sentir que su música o su mundo se mecaniza. Pasar por la avenida Bolívar escuchando Do the evolution de Pearl Jam y observar a la par esa realidad de ver cambistas, ambulantes y combis apuradas, es un pequeño momento de su rutina que no quiere cambiar. Hay que admitir, esa es nuestra realidad, es irónico muchas veces pero ya la asimilamos.

En mi caso matar la rutina no es sencillo, me irrita el domingo por ejemplo. Me irrita saber que al día siguiente es lunes y debo hacer las mismas cosas. Me irrita darme cuenta que ya no tengo el mismo tiempo para escribir, para hacer lo que me gusta. Me crispa no entender porque no puedo ser feliz si lo tengo todo.
He decidido cambiar. Dejar todo lo que hasta hoy he tenido. Internarme en una isla o cuarto desierto y ponerme a escribir en una laptop vieja y con Internet limitada. Dejaré que mi barba crezca y oculte mi rostro rutinario. Dejaré que mis dedos se encojan de tanto presionar el teclado por escribir. Dejaré que me extrañen y piensen que he muerto. Dejaré lo que realmente amo y todo por amor, simplemente para no hacerlos sufrir con mi infelicidad. Voy a escribir hasta morir, hasta que alguien me busque y me encuentre y de repente me deje descansar. Hasta escuchar las palabras que quiero oír. Hasta ver las cosas que no quiero extrañar y que en mi mente están aún latentes. No voy a escribir que me muero para que no se apiaden de mí. No voy a escribir que soy feliz en aquella soledad a lado de mi laptop para que puedan ir a mi rescate. No escribiré sobre Lima para dejarla respirar sobre su aire negro y contaminado hasta que tosa vilipendiándome que vuelva a escribir sobre ella para no respirar y dormir en un sarcófago con aire artificial. No escribiré sobre mí porque a nadie le interesa. Quiero aparentar una felicidad alquilada.
Quiero encontrar una formula para engañar a Dios, para hacerle creer que soy feliz y no se apiade de mi. Para que no me de oportunidades ventajosas en la recta final y conseguir por mi propia cuenta lo que realmente me merezco y no por hacerle el bien a alguien. Así no vale.
No quiero conseguir que me den cosas por sonreír. No quiero obtener respeto de nadie, sólo algo de admiración. ¿La admiración es una especie de respeto? Buaggg no lo creo. Sentir admiración por alguien es normal. Pero ser admirado por alguien es diferente y único. Los invito a romper la rutina. Pero a encontrar una verdadera llave para hacerlo y no simplemente hacer cosas diferentes en la semana, sino a hacer cosas locas pero sin hacer daño a los demás. Eso haré, ahora me toca buscar una isla o un cuarto desierto y renunciar a todo o que he tenido.
¡Ah!, nada es real por si acaso, simplemente es un cuento limagnético.

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